Objetos hundidos en la nieve se vuelven abstracción. Pierden el contorno, se funden con el fondo. Abandonan aún más la figuración cuando se rompen en un ritual con luz tenue iluminados por Ana María.
Fort-Da es un juego de niños, y el arte tiene la capacidad de jugarlo. “ El juego inventaba un lugar
para la ausencia, precisamente para permitir que la ausencia tuviera lugar.” Esto significa
simbolizar. El juego consiste en hacer desaparecer un objeto atado a un cordel, para luego tirar del
mismo y que este aparezca. Hacer desaparecer y re-aparecer es lo que crea sentido, el sentido de la
ausencia. En la obra los objetos se han hecho presentes, y esta presencia es posible porque alguna
vez estuvieron perdidos. La obra nos muestra también que el objeto hallado, siempre es sustituto del
perdido, nunca es igual a este, por lo que la repetición del mecanismo no tiene fin. La presencia
designa la dialéctica de la doble distancia e inaugura un lugar para decir “está” y un lugar para decir
“no está”. Dice Lacan, “ la pérdida siempre vuelve , nos vuelve”. Fort-Da ofrece en su repetición,
un vínculo entre el abandono primero devenido juego, y deviniendo obra ahora.
texto: Roberta Valente