Un viejo estanque
Se zambulle una rana
Ruido de agua
Uno de los haikus más famosos de Basho nos muestra este encuentro entre lo inmóvil y eterno - el viejo estanque de agua- y lo vivo y fugaz – el zambullir de una rana-, y lo que se genera de ello - el ruido de agua-. Me gustaría acercarme a la obra de Elisa desde esta mirada.
Recuperando el típico formato clásico del retrato familiar, la autora pinta a sus amigues que esperan sentades para pasar a la inmortalidad (¿no es acaso el retratola tecnología que crearon nuestros ancestros para conseguirla?). Tenemos entonces esa reminiscencia tanto de lo antiguo como de lo eterno, representada también en los sillones y muebles, testigos mudos e inertes del fugaz devenir social - y no creo casual que dos de esos objetos tengan un díptico propio-.
Pero las escenas pintadas con pinceladas suaves y colores pastel evitan la rigidez y formalidad de las antaño retratadas. Nos muestran vínculos no heteronormativos en momentos íntimos, espontáneos: la calidez de lo que está vivo.
Y es en esta interacción que se produce el “ruido de agua”: un halo de algo parecido a la melancolía, una suerte de tristeza atemporal y profunda, algo que no podemos describir pero que sabemos que está ahí. Y creo que acá radica la belleza de la obra de Elisa: su sensibilidad y sentido de la observación es tan potente que nos permite vislumbrar - me atrevo a decir- esa cualidad íntrinseca, misteriosa y evasiva de la existencia.
Manuel Sanchez Viamonte